Iver hace magia y parece no darse cuenta. Besar y sentir renacer equivale a miles de trucos y conejos sacados de la chistera. Besarte es curarme. Le decía Esquimal, a veces. Y aterrizaba en sus sábanas y le abrazaba por la espalda. Como si recorrer la habitación y llegar hasta él fuese como recorrer el mundo entero. Pero una vez llegaba algo se activaba, en su piel, digo, porque enseguida el aire se llenaba de electricidad. Sus manos se pegaban a las suyas y se establecían un cinturón de seguridad que no cesaba ni en las peores turbulencias.
Porque nunca habrá viendo demasiado fuerte. Ni miedos demasiado terribles. Ni fríos demasiado tristes.