Niñamonstruo ya no tenía miedo. ya no tenía miedo a ponerse de puntillas en el alfeizar de la ventana, asomar al cabeza y alzar el vuelo. ahora se creía pájaro. un pájaro grande, de alas fuertes. de alma fuerte. y aunque ahora se sentía parte de ese colchón cubierto con sabanas de florecillas, sabía que dentro de poco podría hacerlo. dentro de poco se tiraría al vacío. pero sabía que no caería. sabía que antes de tocar el suelo, se elevaría tan alto que llegaría a las estrellas. ya pensaba en la parcelita de cielo que le gustaría tener y cómo decorarla. y aunque el cuerpo pesase, el alma ya no. y después de una vida llena de monstruos, era para sonreír saber que ya solo quedaba uno. que aunque fuese el más difícil de todos, Cazador venía y con el mimo en las manos se encargaba de desenredarlo de los huesos de Niñamonstruo. y es que, a veces se abrazaba con tanta fuerza en el tórax, que Niñamonstruo lloraba las lágrimas que ya no le quedaban. pero no pasaba nada. porque estaba Cazador, que desde que apareció se encargó de matar a todos los monstruos que habían en la vida de Niñamonstruo. sin embargo, este último estaba ya tan adentro de ella, que parecía imposible que uno se fuera sin el otro.