Querido sonámbulo:

Todo está blanco. Apenas me he atrevido a vestirme con unas simples palabras de introducción, pero es que, ah... sabes que yo no soy de esas. Que nunca sé causar primeras impresiones, que yo soy de las que rompen las ventanas de la gente cuando menos se lo esperan y luego, luego soy huracán que arrastra. Y mírame ahora. Lo único roto son los dibujos y aún es posible oler las cenizas del incendio de los cuentos. Todo está blanco, querido Sonámbulo. Blanco y silencioso. Yo solamente me he atrevido a desvirgar este trocito, con cuidado, porque me da miedo que se rompa. Qué frágil parece todo en estos momentos. Que frágil que está mi alma en estos momentos. Dolió suicidar lo nuestro. ¿Tú serías capaz de odiarme? Entiéndeme, mi alma no se puede quedar siempre en un mismo aeropuerto. Pero te prometo, que voy a quitar esta nieve que se empeña en congelar momentos y que atraparé rayitos de sol para iluminar los sueños. Voy a coger pinceles y haré explotar en éxtasis a los colores y al papel, los haré amantes. O nos haré amantes. Esta es la historia de una musa y un pintor. Una historia que lleva únicamente esta introducción.